miércoles, 9 de mayo de 2007

El profesor. (de la serie Crónicas de Bayamón)

Juan Luís Ramos

El profesor Roberto Encarnación acostumbraba todas las tardes, luego de salir de la universidad, pararse en la barra de su compadre Nelson a darse un par de cervezas y escuchar a Maelo en la vellonera. Ese era el ritual del profesor Roberto Encarnación desde hacía cinco años. Era una barra como esas que se encuentran en la Calle Comerío; una vellonera, diez butacas y una mesa billar que por la noche se convertía en tablero para jugar topos. Ésta siempre estaba desierta a la hora en la que el profesor llegaba; nadie acostumbraba aquel bar a las dos de la tarde. Sólo Nelson, el profesor y Maelo. Pero aquella tarde, al profesor llegar, se llevó la sorpresa de que alguien más estaba en la barra. Era un hombre negro de cuerpo fornido, cargaba con una cicatriz en el lado izquierdo de su rostro. Estaba sentado en la otra esquina de la barra de la que acostumbraba el profesor, los dividían ocho butacas. La vellonera sonaba al Gran Combo, el negro de la cicatriz lo había puesto.

El profesor bebía tranquilamente su cerveza, cuando escuchó al negro de la cicatriz decir en voz alta “yo le parto la cara al que sea”, dando un manotazo en la barra y moviéndose a la butaca de al lado. Miraba al profesor y volvía a hacer lo mismo “Yo le parto la cara al que sea”. El profesor, que era una persona tranquila pero nada cobarde, agarró la navaja con la que siempre andaba por si las cosas se ponían calientes. El negro volvía a hacer lo mismo. Ya estaba a tres butacas de distancia cuando el profesor se paró de su butaca y mirándolo a los ojos dijo
“mire licenciado, yo no le parto la cara a nadie, pero si usted me toca le juro por lo más sagrado que lo mato aquí mismo”

El negro de la cicatriz lanza una carcajada y dice “Ahh, usted es mi amigo, a si me gustan, guapos, bravos, usted es mi amigo, Nelson tráele una cerveza al profesorcito” Nelson muerto de la risa pone las cervezas frente a su compadre y le dice
“Roberto, tranquilo, yo lo conozco, es una broma”.

Esa fue la última tarde que el profesor fue a la barra de su compadre Nelson.