lunes, 1 de octubre de 2007

El pozo

Sergio C. Gutiérrez Negrón

Una vez encontró el pozo no escribió una palabra más.

Se sentaba frente al teclado, estiraba sus dedos sobre él, alineaba los pensamientos frente al paredón, pero el disparo catalizador nunca salía. La página del procesador, al igual que la pared detrás de sus víctimas, se quedaba en blanco, sin una mancha.

Sus ideas, por el otro lado, se denigraban, se oscurecían, se deslizaban lentamente hasta llegar, como culebra empedernida, al borde de aquél pozo, que las llamaba.

Se encontraba él, allí, sin quererlo, sin buscarlo, observando la bruna en la profundidad. Ahogándose en una vorágine que parecía tragedia griega y lo halaba por los tobillos.

Cuando por fin se sentía muriendo, la sombra lo tiraba de vuelta al mundo real, a un charco de vómito, a dos botellas vacías, y a un hijo con su labio inferior roto, y un ojo hinchado. El niño lo miraba, con ojos aguados, y corría, hasta perderse, por el largo pasillo.

En el medio de la noche, se levantaba, se sentaba frente al teclado, acompañado de una taza inmensa de café, y nuevamente estiraba sus dedos sobre las teclas. Veía como el pozo se abría frente a él, respiraba y se lanzaba, intentando buscar palabras.

Entonces, volvía a aparecer en el suelo, sudado, vomitado, con algún familiar mirándolo raro, susurrándose cosas, y sangrando en silencio.

La rutina se repetía. Pero, él no se daba por vencido. Aún no había escrito su gran obra. Regresó al escritorio, con café, con ron, con ganas. Estiró sus dedos, preparó la página blanca, preparó los rifles, apuntó.

Por favor, no lo hagas. Vente a dormir,” le rogó su esposa.

Se puso de pies, la besó, cerró la puerta, y regresó a la computadora.

Tenía la primera frase: en el fondo. Era suficiente.

Más, de la última vocal, se asomó la oscuridad que lo llevó de vuelta a aquél borde de ladrillos gastados, a aquella oscuridad, de la cual susurraban su nombre.

El negro hipnotiza, la bruma roe.

El vértigo lo aturdía, lo empujaba, lo hostigaba hasta que lo haló hacia adentro.

El escritor encajó sus uñas entre los ladrillos y se sostuvo. En las ranuras de éstos, vio rasguños carcomidos por el tiempo. Las sombras saltaron a él, se filtraron por entre sus poros, hasta que todo lo que vio era noche.

Su esposa, con la cara deshecha, le apuntaba con un revolver. Movía su cabeza de lado a lado, mientras que sus labios acariciaban un no, no más.

Él se acercó, intentó decirle que se detuviera, que no era su culpa, que era el Pozo.

Mas, apretar un gatillo no es una cuestión existencial, y la estrepitosa explosión lo empujó sobre el borde del pozo, lo lanzó al negro, con un pecho reventado, y se sintió caer por entre los crepúsculos, hasta aterrizar en un charco de agua, donde habían otros como él, otros con sus pechos abiertos, y sus miradas perdidas en un vaivén anochecido.

1 comentario:

Rafael dijo...

Saludos, Lei tu cuento y me parecio facinante. Lo que no logro entender con certeza es..., como puedo decirlo...
Es que no entiendo si el pozo era un efecto, una ilusion causada por la falta de inspiracion del personaje. Puede ser que el pozo haya sido una metafora de como se sentia el protagonista al no tener inspiracion. Acaso el pozo es la escritura? Por que se deterioraba tanto y a la gente que lo rodeaba por seguir escribiendo? Acaso es una critica a algun escritor? Lo que pasa es que tengo decenas de interpretaciones para este cuento y no creo que tengas tiempo de leerlas todas asi que si pudises explicarme con mas detalle el contexto del cuento te lo agradeceria. No obstante, me encanto tu narrativa y la historia es compleja. Quiza lo que mas me facina de tu cuento es la incertidumbre que me dejó y las diferentes interpretaciones que le saqué. Espero tu respuesta, gracias y hasta luego.

Rafael